10 de julio de 2009

Iglesias nacidas de la Reforma calvinista crean un "Blog" conmemorativo del Jubileo de Juan Calvino

Buenos Aires, Argentina, viernes, 10 de julio de 2009 (ALC) - Desde la Comunión de Iglesias de la Reforma en el Río de la Plata y la Alianza de Iglesias Presbiterianas y Reformadas en América Latina, informaron que se ha colocado hoy en la web, en el día de conmemoración del nacimiento del reformador Juan Calvino, un Blog especialmente diseñado para compartir datos, noticias, reflexiones sobre los festejos del Jubileo y la teología del reformador.

Con este espacio abierto en internet deseamos poner al servicio del pueblo evangélico y de personas interesadas en general, este espacio de reflexión, noticias, anécdotas, comentarios y opiniones en torno al Jubileo de Juan Calvino, dicen.

En su primer día, el Blog (http://jubileocalvino.blogspot.com/) propone una Trivia "calviniana": ¿Cuánto sabemos de Calvino?, una encuesta sobre la pertinencia de su teología hoy, y artículos referentes a la temática.

El Blog es auspiciado por la Comunión de Iglesias de la Reforma en el Río de la Plata (Iglesia Evangélica Valdense en el Río de la Plata, Iglesia Evangélica en el Río de la Plata, Iglesia Evangélica Luterana Unida e Iglesias Reformadas en Argentina) y la Alianza de Iglesias Presbiterianas y Reformadas en América Latina (AIPRAL).

------------------------ Agencia Latinoamericana y Caribeña de Comunicación (ALC). Edición en español: Olazábal 2842 1428 Buenos Aires - Argentina. Tel. (+54) 11 4784-7121. Fax (+54) 11 5411 4784 7121 Encuentre el canal RSS en: http://alcnoticias.org/rss.php

Verso y Voz del Día

Verso del Día Id; he aquí yo os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino. En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa. Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros. Lucas 10.3-6 - RVR60 Voz del Día: Oscar Arias Sánchez Más planes de combate, misiles y soldados no proveerán pan adicional para nuestras familias, escritorios adicionales para nuestras escuelas o medicinas adicionales para nuestras clínicas. Todo ello puede desestablizar una región que continúa viendo a las fuerzas armadas como los árbitros finales de los conflictos sociales. Oscar Arias Sanchez, presidente de Costa Rica, de sus declaraciones al diario Washington Post, edición de Julio 09, 2009.

Iglesia Luterana elige Obispa lesbiana

Estocolmo, Suecia, viernes, 10 de julio de 2009 (ALC) - Adversarios de la pastora luterana Eva Brunne, de 55 años, recién electa como obispa de Estocolmo, presentaron seis recursos para invalidar la elección. Ella es lesbiana y venció a su adversario, el pastor Hans Ulvebrand, por 412 votos a 365.

"Las polêmicas eran previsibles", declaró Eva a la periodista Anais Ginori, del diario La Repubblica. La obispa tiene una compañera, Gunilla Linden, que hace tres años dió a luz al hijo de ambas. "Gunilla es pastora como yo, el hecho es que eso facilita nuestra relación", dice la obispa.

Después de ser electa, la obispa de Estocolmo concedió entrevistas a la revista gay más conocida de Suecia, la "QX", y a la revista francesa "Tetu", del mismo gênero.

En el entorno europeo, el Sínodo de la Iglesia Luterana de Suecia se pronunciará al respecto de la celebración de casamientos entre personas del mismo sexo.

En Suecia, el sacerdocio femenino fue autorizado al final de los años 50, pero solamente en 1971, la pastora Margit Sahlin asumió una parroquia. Según una investigación, las pastoras ganan cerca de 400 euros menos que sus colegas hombres. De los 14 obispos de la iglesia 12 son hombres.

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9 de julio de 2009

Verso y Voz del Día

Verso del Día Clemente y misericordioso es Jehová, Lento para la ira, y grande en misericordia. Bueno es Jehová para con todos, Y sus misericordias sobre todas sus obras Salmo 145.8-9 RVR60 Voz del Día: Joan Baez Toda esa no violencia es... amor organizado. Joan Baez - Cantaste. compositoria y activista

Los herejes imprescindibles

En los primeros tiempos del cristianismo, cuando la ortodoxia aún no estaba definitivamente establecida -si es que lo ha estado alguna vez- y abundaban las vehementes discrepancias, algunos padres de la Iglesia más imaginativos solían asegurar: "oportet et haéreses esse" (o sea, que conviene que haya herejías). Ellos lo decían suponiendo que refuerzan la fe, pero también podríamos afirmarlo si creemos que los herejes sirven para espabilar a los creyentes y hacerlos más reflexivos, menos simplistas en sus dogmas. A quien le incomodan las perplejidades porque turban su placidez sectaria, los herejes sólo le despiertan ansias inquisitoriales y exterminadoras; pero a los capaces de pensar por sí mismos, aunque guarden fidelidad a su familia ideológica, los herejes les ayudan a conocer mejor las razones, los límites y sobre todo las posibles alternativas razonables de su compromiso. Fernando Savater. Diario El País (Madrid), Edición del 09-Julio-2009. Fernando Savater es catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense. http://www.elpais.com/articulo/opinion/herejes/imprescindibles/elpepuopi/20090709elpepiopi_4/Tes

8 de julio de 2009

Verso y Voz del Día

Verso del Día ...porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; ya que lo que alguno ve, ¿para qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos
Romanos 8.24-25 - RVR60
Voz del Día: Abraham Lincoln
La probabilidad de que podamos fracasar en la lucha no nos exime de apoyar una causa que creemos justa. - Abraham Lincoln

7 de julio de 2009

Verso y Voz del Día

Verso del Día Cuando cayere tu enemigo, no te regocijes, Y cuando tropezare, no se alegre tu corazón. Proverbios 24.17 - RVR60 Voz del Día: Muriel Lester
Dios ha hecho de una sangre a todas las naciones debajo del cielo. Ningún ser humano puede llegar a ser repentinamente mi enemigo sólo porque ha nacido del otro lado del río o de una línea fronteriza, o porque su gobierno ha dado un ultimátum al mío. ¿No es tiempo que nos rehusemos a pelear? - Muriel Lester, reformador social y pacifista (1883-1968)

Falsas leyendas sobre la relación entre religión y ciencia

Por Yaiza Martínez[1]

Si queremos que los medios de comunicación y la sociedad en general tengan una perspectiva nueva de la relación entre ciencia y religión se deberían revisar, en primer lugar, algunos de los principales mitos sobre dicha relación que, a lo largo de la historia, han ocultado verdades históricas.

Así empieza la presentación que hace la Harvard University Press del libro Galileo Goes to Jail and Other Myths about Science and Religion (Galileo fue a prisión y otros mitos sobre ciencia y religión), del historiador de la Universidad de Wisonsin-Madison, Ronald Numbers.

Desde los años 70 del siglo XX, el relato dominante sobre la historia de la ciencia ha presentado a ésta como triunfadora en la supuesta batalla entre ciencia y religión. Sin embargo, los estudios de una nueva generación de historiadores especializados en historia de la ciencia o en historia de las religiones han comenzado a variar este relato.

Más allá de los mitos

Según explica la Harvard University Press, lo que hace Numbers es recopilar los estudios más importantes a este respecto (cada capítulo va firmado por un autor), desmontando con ellos una serie de ideas que han conformado la visión que hasta ahora hemos tenido sobre las relaciones entre religión y ciencia.

Así, leyendas como que Galileo fue encarcelado por la Iglesia Católica Romana por afirmar que la Tierra giraba alrededor del Sol, que Darwin se convirtió estando en su lecho de muerte o que Einstein creía en un Dios personal que “no juega a los dados con el universo” son falsas, si se tienen en cuenta los datos históricos recopilados.

Estos datos, escribe la editorial, se reflejan en cada capítulo de “Galileo Goes to Jail…”, mostrándonos hasta qué punto nuestras concepciones son falsas.

En The Guardian leemos que, de hecho, los registros históricos muestran claramente una realidad alternativa a lo que hasta ahora se defendía: que entre ciencia y religión no puede haber más que conflictos.

En lugar de eso, la obra de Numbers demuestra que la adaptación e incluso la cooperación entre ambas se han dado a menudo a lo largo de la historia.

Numbers aclara, sin embargo, que “a pesar del consenso que se está alcanzando entre los especialistas acerca de que la ciencia y la cristiandad no han estado enfrentadas, la noción de conflicto se resiste a morir”.

Y esto se produce incluso ante las muchas evidencias que demuestran que este conflicto en realidad es falso, asegura el autor. No sólo es que la mayoría de la gente ignore la historia real, sino que no se da cuenta de que lo que creen saber sobre ella no es cierto.

Por ejemplo, se suele pensar que la Iglesia impulsó la creencia de que la Tierra era plana. Esta leyenda es falsa, según los datos históricos recopilados, pero no termina de desaparecer.

Por otra parte, varios mártires de la ciencia han sido canonizados. Tristemente, tanto católicos como protestantes se dedicaron durante un tiempo a quemar a herejes. Pero lo cierto es que nadie fue jamás ejecutado por sus perspectivas científicas.

El conflicto entre ciencia y creacionismo sí es real, afirma Numbers, pero es la excepción, no la regla. Durante la mayor parte de la historia, ciencia y religión han convivido sin problemas.

Falsas creencias muy actuales

En total, el libro “Galileos Goes to Jail…” reúne 25 mitos establecidos sobre la relación entre ciencia y religión. Según publica The Globe and Mail, la obra es fruto de un congreso celebrado en Harvard con fondos de la John Templeton Fundation.

Revisados en orden cronológico, estos mitos son, entre otros, la fe en que la cristiandad fue responsable de la desaparición de la ciencia antigua; que la iglesia cristiana medieval suprimió el desarrollo científico; que la cultura islamista medieval no recibió bien a la ciencia o que la iglesia medieval prohibía las disecciones humanas.

Por otro lado, también son falsas creencias como que la perspectiva copernicana (Copérnico fue el astrónomo que formuló la primera teoría heliocéntrica sobre el Sistema Solar) hizo que el ser humano se diera cuenta de que no era el centro del cosmos; que Galileo fue apresado y torturado por defender las ideas de Copérnico o que el Cristianismo dio lugar a la ciencia moderna.

Ya en tiempos más recientes, se suelen defender mitos como que la revolución científica liberó a la ciencia de la religión, que la cosmología mecanicista de Isaac Newton eliminó la necesidad de Dios; que la física cuántica demostró la doctrina del libre albedrío o que la ciencia moderna ha secularizado Occidente.

Así, mientras persiste en los medios y en las revistas especializadas la visión de un tipo de relación muy concreta entre religión y ciencia, cada capítulo de “Galileo Goes to Jail…” demuestra cuánto podemos ganar si vemos más allá de los mitos, explica la Harvard University Press.+ (PE/Tendencias 21)


[1] Yaiza Martínez, nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1973. Se licenció en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid (1997). Poeta, autora de novelas y cuentos infantiles, es habitual articulista en Tendencias 21. Publicado originalmente en Prensa Ecuménica. PreNot 8250. 090707. www.ecupres.com.ar.

6 de julio de 2009

Honduras: tierra desgarrada golpe a golpe[1]

Adolfo Pérez Esquivel

El gobierno de facto en Honduras, busca justificar lo injustificable al detener y expulsar del país al Presidente Manuel Zelaya. Vuelvo a insistir en que, no podrían dar el golpe de Estado sin el consentimiento del Pentágono y la CIA, que actúan más allá del Presidente Barack Obama.

Acabo de recibir noticias desde Honduras de periodistas y dirigentes sociales que han logrado ocultarse para evitar la represión y poder continuar informando sobre lo que ocurre en el país. Los dictadores han impuesto la censura a todos los medios y han secuestrado equipos y apresado a periodistas; continúan los allanamientos por fuerzas armadas, en viviendas y lugares considerados opositores violando los derechos humanos.

El Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza no obtuvo los resultados esperados en su viaje a Tegucigalpa y han aplicado sanciones a Honduras.

Los dictadores no quisieron escuchar la voz de los presidentes que reclaman la restitución en el gobierno del presidente Manuel Zelaya; por el contrario, han endurecido su posición amenazando ponerlo preso si regresa al país. Han desatado una fuerte represión contra las marchas en apoyo al regreso del Presidente, provocando cientos de heridos y detenidos. El gobierno de facto es responsable por la vida y seguridad y de lo que pueda ocurrir al Presidente Zelaya y a la población. Se agudiza la preocupación cuando vemos que el Presidente Obama, asumió posiciones débiles para defender la democracia en Honduras, mientras los mandatarios latinoamericanos en la OEA, pedían que se exprese en defensa de la democracia y contra el golpe militar.

Los hechos demuestran que una cosa es decir y otra hacer, negándose Obama a recibir al Presidente hondureño Manuel Zelaya.

Es un hecho negativo y preocupante que pone en evidencia la complicidad del gobierno de los EE.UU. en el golpe de Estado, que debemos considerar una experiencia piloto de imponer nuevamente gobiernos antidemocráticos, lo cual provoca un grave y peligroso antecedente para todo el continente latinoamericano. Debemos recordar los intentos de golpes de Estado en Venezuela, Bolivia y Haití, como el conflicto de baja intensidad con el ataque de Colombia y EE.UU. contra Ecuador.

El interrogante que surge, es si Obama, estaba o no enterado del golpe militar en Honduras, país que tiene una larga y dolorosa historia de dominación norteamericana, basta recordar al “virrey” John Negroponte, embajador de los Estados Unidos en Honduras y su activo rol en demoler gobiernos y apoyar a la contrainsurgencia contra la Revolución Sandinista, en Nicaragua, El Salvador y Guatemala y en la preparación, financiamiento y penetración de los Contra y grupos paramilitares y policiales en la región, como la instalación de bases norteamericanas en territorio hondureño.

La herencia recibida por Obama del gobierno que le precedió es pesada y llena de dificultades, como las guerras en Irak y Afganistán, donde lo único que ha dejado la invasión a esos países es hambre, destrucción y muerte. Pérdidas cuantiosas, destrucción de la capacidad económica y cultural, y el saqueo de los recursos naturales y bienes de esos países son el resultado de la impunidad jurídica de las fuerzas armadas de EE.UU., responsables de crímenes de lesa humanidad.

El gobierno de Obama no pudo, hasta la fecha, avanzar en sus intenciones y promesas electorales de erradicar la práctica de la tortura y la degradación humana en las cárceles en Abu Graib, en Irak y en Guantánamo, Cuba y cerrarlas definitivamente.

Es evidente que no tiene capacidad de revertir las políticas implantadas por el gobierno de George Bush, y de otros gobiernos que le precedieron, ni la posibilidad de cerrar esas cárceles que son una ofensa a la humanidad.

Los escenarios han cambiado en el continente. Los gobiernos latinoamericanos en la OEA asumen su responsabilidad de fortalecer los procesos democráticos. Es necesario respaldar a los mandatarios que han decidido acompañar a Zelaya a Honduras y reclamar sus derechos.

Las Naciones Unidas y la comunidad internacional han repudiado el golpe de Estado en Honduras y reclamado el regreso de Zelaya. Es necesario que las organizaciones sociales, sindicatos, iglesias, movimientos estudiantiles e intelectuales, medios de comunicación y redes sociales e informativas, se sumen solidariamente para impedir la instauración en Honduras o en cualquier otro país de dictaduras militares.

Lo que ocurre hoy en Honduras nos afecta a todos y todas. Es necesario redoblar los esfuerzo y reclamar a organismos financieros como el BM- FMI-el BID y la Unión Europea, bloquear toda ayuda a la dictadura hondureña, hasta la reposición en su cargo del presidente Zelaya.

Los golpistas deben ser llevados ante la justicia, tanto civiles como militares, empresarios y religiosos que son cómplices y han avalado el golpe militar.

El presidente Obama tiene aún muchas asignaturas pendientes con los pueblos. Sabemos de las dificultades que tiene para lograr cambios en la política de los EE.UU. Si no los asume con coraje y decisión, terminará actuando como aquellos a quienes ha criticado y han llevado a la grave situación que hoy vive ese país, y al daño provocado a otros pueblos en el mundo. En la situación hondureña se pondrá en evidencia si está dispuesto defender la democracia y a asumir los cambios prometidos o si todo fueron palabras vacías de contenido.

La iglesia católica debe pronunciarse con claridad y no con actitudes de doble sentido, como lo expresado en nombre de la Conferencia Episcopal Hondureña, por el Obispo Auxiliar y vocero de Tegucigalpa Mons. Pineda, que recomienda que Zelaya no viaje a Honduras y las evasivas sobre lo que se debe hacer frente al golpe de Estado. El doble discurso y la falta de coraje está presente en la jerarquía eclesiástica. Jesús siempre tuvo posiciones claras y concretas frente a las injusticias. Los obispos debieran aprender del Maestro.

La tierra atormentada de Honduras reclama la solidaridad de los pueblos de América Latina y el mundo. Es necesario resistir en la esperanza.

Buenos Aires, 5 de julio del 2009


[1] Más información: http://alainet.org. Aunque muchos/as lectores/as puedan no estar de acuerdo con las expresiones de APE, creeos que el peso específico del autor valida la circulación de este documento. Desde ya pedimos disculpas a quienes se sientan afectados por su contenido. Daniel

El abandono de Dios y el dolor humano

Daniel A. Oliva M. - 4 -

EL DOLOR HUMANO Y EL ABANDONO DE DIOS

Meditaciones bíblicas a partir de la fe y algunas realidades vividas *

Pr. Daniel A. Oliva Morel·


Llegó con tres heridas:

La del amor,

La de la muerte,

La de la vida

Con tres heridas viene:

La de la vida,

La del amor,

La de la muerte.

Con tres heridas yo:

La de la vida,

La de la muerte,

la del  amor.[1] .

Introducción

“¿Por qué, oh Dios, nos has rechazado para siempre? ¿Por qué se ha encendido tu ira contra las ovejas de tu prado? ...¿Hasta cuándo, oh Dios, ...?”. Estas preguntas del salmista (74:1, 10)[2] ponen en evidencia ante nuestros ojos la incomprensión del dolor en momentos claves de la vida humana, ya sea en instancias personales o nacionales. ¿Por qué tanto dolor en la vida y al mismo tiempo tanta alegría? ¡Tanto fracaso y tanto éxito! ¡Tanta infidelidad y tanta perseverancia! La mayoría de nosotros hemos sufrido y, a la vez, hemos hecho sufrir mucho; pero al mismo tiempo hemos sido felices y hemos hecho felices a otros. Podemos decir que hemos sentido palpitar este misterio terrible y maravilloso de muerte-resurrección.

El tema del dolor humano sigue siendo de una tremenda actualidad. El hombre y la mujer de hoy siguen acosados por preguntas eternas: ¿Por qué existe el dolor? ¿Por qué Dios permite que sufra tanta gente inocente? ¿Cómo puede ser que Dios sea bueno si es Él quien manda el dolor al mundo? El alarido de ciertos enfermos, el sudor frío del agonizante, la soledad sin horizontes del encarcelado, indigentes que duermen en los portales, el largo gemido del niño famélico que grita de hambre, las vidas destruidas por el cáncer, los niños y niñas cuyas vidas pequeñas se les “van” a los médicos en las salas de los hospitales... ¿Por qué tanto dolor?, ¿Por qué tantas lágrimas?

¿Se puede decir, desde la fe, algo que valga la pena a quien sufre de esta forma? ¿Qué podemos aportarle a quien nos mira con los ojos llenos de lágrimas? Es más, ¿debemos intentar alguna respuesta?

En la Palabra de Dios se encuentran diferentes enfoques acerca del dolor humano, osciladamente ascendentes. Se puede atravesar la Biblia bajo esta óptica. Partiremos en esta caminata con ese objetivo. Será una caminata limitada por el tenor de este artículo, pero intentaremos revisar algunos testimonios bíblicos en los cuales el Espíritu ha dejado registrado el testimonio de un pueblo, variado por ser de más de uno, acerca de las comprensiones históricas del dolor humano y su relación con Dios.

 

Israel ante el escándalo del dolor humano

Los antiguos israelitas se enfrentaron con frecuencia con el misterio del sufrimiento humano. Al principio parece ser que se contentaron con respuestas mágicas; más tarde fueron tomando posturas de confianza y aceptación, al encontrarle algún tipo de sentido y aceptación; a veces acusaron a Dios en forma despiadada, pero siempre, intentaron luchar con el misterio del dolor y comprenderlo.

En el tema del dolor humano se ve en Israel un proceso de educación que avanza lentamente, como a través del desierto. Algunas veces hubo retrocesos. Otras veces, se estancaron en un sitio o caminaron si rumbo. En ciertos momentos difíciles dieron saltos cualitativos hacia delante. Todo el largo proceso culminaría en el testimonio de vida de Jesús  y la fe en su resurrección.

Pero cuidado: no podemos esperar extraer de la Biblia una enseñanza acabada acerca del dolor humano. Lo que podemos encontrar es un proceso pedagógico dinámico a partir de la experiencia del pueblo de Dios. Por tanto no podremos sacar una enseña completa de algún pasaje aislado. Será necesario seguir un proceso para comprender la enseñanza bíblica en toda su magnitud, hasta llegar a la cumbre que se halla en Jesucristo.

 

Jacob, una experiencia de dolor y bendición

La figura de Jacob es parte de la raíz misma del pueblo de Dios. Génesis 32 contiene una narración extraña, con significado simbólico profundo. Al retornar Jacob a Palestina, estando solo, lucha con un personaje misterioso en las tinieblas de la noche. El extraño, al ver que no puede vencer a Jacob, le da un golpe en la ingle, le descoloca la cadera y Jacob termina la pelea rengo.

Toda la pelea parece darse en el contexto de la búsqueda de bendición por parte de Jacob para regresar a la tierra prometida. Luego del golpe que deja herido a Jacob, el extraño personaje lo bendice, le cambia el nombre y se marcha (ver Génesis 32:23-33). Pero el mismo personaje queda incógnito.

El simbolismo más sugerente de esta narración es el de la lucha del pueblo de Dios con Dios. En una lectura devocional, podríamos hablar de la búsqueda de Jacob de una bendición digna, siendo que antes había conseguido la bendición del primogénito por el camino de la usurpación (ver Génesis 27). Entonces, el texto en cuestión nos mostraría a un Jacob en proceso de “conversión”. Es una lectura válida y que nos deja en sí mucha tela por cortar, pero no nos aporta mucho en el camino de comprender el dolor humano y la forma de actuar de Dios.

El dolor está relacionado con la noche, signo del misterio del cual sólo Dios tiene la respuesta. “La noche es el momento en el que Dios condensa en sumo grado su actuar misterioso. Pero cada noche tiene su alborada.”[3]

En el momento cumbre de la lucha de Jacob, llega el golpe y el dolor de la herida; luego llega la bendición. El relato pareciera sugerir que antes de bendecir Dios debió hacer doler a Jacob. Le hace experimentar su debilidad. Y para hacerle comprender que todo ha cambiado desde ese momento y para siempre (cojeará para siempre, Génesis 32:31), también le cambia el nombre: ya no se llamará más Jacob (usurpador) sino Israel (el vencedor). Lo hace humilde a través del dolor; así lo hace triunfar.

Algo busca Dios al herirnos, pero seguimos sin saber qué es. Tenemos miedo de sufrir pero precisamos sufrir; en realidad, debemos reconocer que el sufrimiento y el dolor son compañeros inevitables del vivir. Debilidad y dolor pueden ser el camino hacia el triunfo. ¿Difícil de aceptar? Claro que sí. ¿Llama esto a la resignación? No, porque en otros momentos de la oscuridad del misterio Dios sigue mostrando el sentido del sin-sentido.

 

La dupla infidelidad - maldición de Dios

Cerca de la mitad del siglo X a.C., al finalizar el reinado de Salomón, parece ser que se redactó el primer escrito bíblico sistemático. Parece ser que a partir de tradiciones orales muy antiguas y algunas de colecciones de escritos anteriores, un personaje de la corte real compuso este primer escrito teológico, que varios siglos más tarde se uniría a otros  y formaría los libros de Génesis, Éxodo y Números. La característica principal de este trabajo sería el nombre con que se revelaría Dios: Yahvé. Por eso a ese autor desconocido se lo llamaría “Yavista” en los círculos de estudio bíblico. Este autor también presenta algunas percepciones interesantes acerca del dolor humano.

Al finalizar la época del reinado de Salomón, la tierra de Palestina estaba marcada por dos contradicciones básicas: por un lado el desarrollo en poder y territorio y, por otro, la  miseria del pueblo. Las preguntas surgen casi sin pensarlas: ¿Por qué el trabajo del varón y la vida de la mujer están marcados por el dolor y la vanidad? ¿Por qué la tierra es hostil al hombre? ¿Por qué todo esto si Dios es bueno y creó al ser humano?

La solución será simple: el hombre y la mujer desobedecieron y Dios los maldijo. Pero Dios, al ser completamente bueno, decide pactar con los hombres para liberarlos de la maldición que él mismo envía. Así se llega en la historia a la elección de un pueblo para Dios, Israel.

La historia de la desobediencia y maldición del ser humano se encuentra en Génesis 3. Las maldiciones de Dios recaen sobre la existencia humana en forma integral y describen el estado natural del ser humano. La naturaleza le es enemiga, no será fértil. A pesar de su trabajo el hombre no podrá conseguir mayores beneficios de la tierra. La mujer de la época salomónica experimentaba muchos más dolores que el hombre; en consecuencia el autor sagrado debió pensar que ella tuvo más culpa en la desobediencia original. Sus trabajos y sus dolores se multiplicaron, al punto que el buscar a su marido y el dar a luz hijos serían fuentes de placer y de dolor simultáneo. El final del ser humano sería la muerte, la consecuencia de tanto dolor vivido.

El autor sagrado dice, en el relato de Génesis 3, que todo eso que pasó en la historia primigenia sigue sucediendo como consecuencia del pecado original. La mujer y el hombre están malditos por Dios. En adelante los seres humanos, al sufrir, deberán reconocer que la causa de su sufrimiento está en la secuencia libertad-responsabilidad-infidelidad del hombre con Dios.  De Allí vienen todos los males: relación de opresión del varón sobre la mujer (3:16); el trabajo lleno de fatigas e improductivo (3:19); la opresión y el asesinato (4:8); la violencia como sistema de vida (9:22); la incomprensión entre os hombre y pueblos (11:9).

La investigación del autor sagrado llega a entender el arrepentimiento de Dios de haber creado al ser humano y su determinación de borrarlo de la faz de la tierra. Pero Noé y su familia son buenos (6:7; 7:1). Noé escapa a la destrucción del diluvio y se convierte en el nuevo Adán del cual surgirá una nueva humanidad. Al final del diluvio Yahvé se arrepiente del castigo (8:21). Se rompe así la cadena desobediencia-maldición. El hombre queda bajo su libre albedrío; Yahvé acepta que el hombre es libre de hacer sus propias acciones, aunque él mismo no sea responsable de lo que el hombre pueda hacer.

 

Jeremías, purificado en el dolor

Jeremías ha pasado a la historia como el profeta sufriente, como el sufre y se lamenta del dolor. Vivió en los últimos años de Judá (fines del siglo VIII). Mantuvo viva la idea profética de que Judá es un pueblo elegido de Yahvé, que celebró un pacto con él y debe obedecerlo para tener un buen futuro. Pero este pacto está condicionado a la conducta de Judá. Si no obedecía, también Judá sería castigado, como había sucedido Israel, la nación hermana del norte, su hermana infiel.

Jeremías vive con dolor el fin de la etapa de fracaso de Judá. Insiste en que Yahvé es intransigente con la idolatría, la injusticia y la mentira y, por consiguiente, el castigo no puede demorar si no se produce un regreso a la fidelidad al pacto. El pecado básico que cometió Judá ha sido abandonar a Yahvé (1:16). “Dos son los pecados que ha cometido mi pueblo: Me han abandonado a mí, fuente de agua viva, y han cavado sus propias cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” (2:13). La fuente de los males de Judá radica en que “abandonaron el pacto del SEÑOR su Dios, adorando y sirviendo a otros dioses” (22:9), “el que se aparta de ti quedará como algo escrito en el polvo, porque abandonó al SEÑOR, al manantial de aguas vivas” (17:13). Cada uno se ha desviado siguiendo la dureza de su corazón (9:13; 18:12).

La consecuencia de la idolatría es muy concreta: la injusticia reina entre el pueblo de Judá. La idolatría ha permeado todos los niveles de la sociedad judía; tanto los de arriba como los de abajo son idólatras. En consecuencia, la corrupción hace estragos entre las autoridades y entre el pueblo. Los compatriotas de Jeremías se vuelven contra su predicación (ver 28). Se niegan a reconocer al Dios que les predica Jeremías (9:2, 5); protestan contra el comportamiento de Yahvé (16:10; 31:29). Mantienen la firme convicción que Dios debe ayudarles siempre, sin importar su actuación ética; para Jeremías, en cambio, es imposible contar con la ayuda de Dios si no se vive en consecuencia con su pacto.

En este contexto de reclamos e incomprensiones, Jeremías desgrana su dolor ante Yahvé. Siente el dolor de haber fracasado como profeta; sufre por dentro y por fuera, por ser fiel a la Palabra de Yahvé que le quema los husos (20:9). Sufre porque ve sufrir a su pueblo, y sufre porque ese pueblo se burla de él, de su mensaje y, en definitiva, de su Dios. Las “confesiones de Jeremías” son el modelo de cómo un sufriente derrama su corazón ante Dios. Son un diario íntimo, insertado entre los capítulos 11 al 20 de su libro[4]. Habla con Dios acerca de sus rebeldías, sus rabias, sus fracasos, su desesperación, y hasta su enojo contra el mismo Dios. Jeremías se presenta ante Yahvé con su dolor en la mano y lo presenta a Dios con total y absoluta sinceridad.

El libro, recogido por su secretario Baruc, refleja las angustias de una personalidad sensible que cae en la desesperación ante una situación imposible. Sufre la superación de natural timidez (1:6) en medio d la repulsa pública. Es excomulgado (36:11); no pude construir una familia y es condenado al celibato, situación repulsiva para su tiempo (12:2; 16:1-13). Es maldecido (20:10), reseguido (26:11), amenazado de muerte (18:18), golpeado y torturado (20:1-2). Su vida es un signo de contradicción: “¡Ay de mí, madre mía, que me diste a luz como hombre de contiendas y disputas contra toda la nación! No he prestado ni me han prestado, pero todos me maldicen” (15:10).

Sufre tanto que parece que Jeremías s desmorona. La fidelidad de su vocación profética es una conquista diaria, que pasa por dudas y crisis y que a veces esa como una maldición, sobre todo cuando experimenta el silencio de Dios (15:15, 18; 20:7). “¿Por qué no cesa mi dolor? ¿Por qué es incurable mi herida? ¿Por qué se resiste a sanar? ¿Serás para mí un torrente engañoso de aguas no confiables?” (15:18); “No seas para mí un motivo de terror; tú eres mi refugio en tiempos de calamidad.” (17:17).

Su inmenso dolor lo lleva siempre a Dios, y siempre triunfa la confianza en Yahvé. No desaparece todo su sufrimiento, pero esa es su vida.

 

Lamentaciones, oraciones en medio del dolor

En el testimonio bíblico encontramos un género literario que estaba dedicado especialmente a la manifestación del dolor en forma abierta y dentro del sistema de culto. Esto muestra con cuanta seriedad los autores bíblicos tomaron el tema del dolor humano. No es posible permanecer callado ante el dolor de la enfermedad, la muerte, las derrotas; por eso se levantan un sin número de quejas y lamentaciones.

En las lamentaciones se combina dolor y esperanza. Jamás viran hacia actitudes derrotistas o estoicas; tampoco justifican el mal. Son, esencialmente, una llamada profunda a Dios desde el dolor. La lamentación ocupaba un puesto fijo dentro del culto de Israel. El culto expresaba, entre otras cosas, el sufrimiento cotidiano del individuo o de la nación[5]. Eran un tipo de oración oficial que abría el acceso al Dios vivo.

Cuando uno sufre, muchas veces la búsqueda de Dios se queda en un grito de desesperanza, en una serie de preguntas sin respuesta, en frases que hasta pueden parecer ofensivas para con Dios. Pueden sonar a blasfemia, pero la blasfemia es el rechazo absoluto de Dios; esta oraciones  buscan comunicarse con un Dios difícil de comprender ante la dureza del dolor. Son expresiones espontáneas y sinceras, que esconden una fe y una confianza profundas en Dios. Hay experiencias y hay momentos en la vida humana en que parecen ser un puro grito; de esas experiencias surge este tipo de oración. En momentos donde Dios parece esconderse detrás del silencio, el hombre puede orar en forma privilegiada a través de este tipo de oraciones. Los orantes de la Biblia han dejado muestras de este tipo de oración, donde se quejan, acusan, piden cuenta del dominio del mal en ellos mismos y en su sociedad.

Veamos un ejemplo de este género de oración. El Salmo 74[6] manifiesta una actitud de angustia ante el comportamiento de Dios para con su pueblo. En la primera parte recuerda los tiempos gloriosos del pueblo de Judá, pero desde su regreso de Babilonia sólo  habían visto desolación y penurias. El recuerdo de la dicha pasada agrava más la desesperación que ocasiona el presente. Ante las glorias pasadas, ahora Dios aparece pasivo y abandona a su pueblo.

¿Por qué, oh Dios, nos has rechazado para siempre?

¿Por qué se ha encendido tu ira contra las ovejas de tu prado?

Ya no vemos ondear nuestras banderas;

ya no hay ningún profeta,

y ni siquiera sabemos hasta cuándo durará todo esto.

¿Hasta cuándo, oh Dios, se burlará el adversario?

Por siempre insultará tu nombre el enemigo?

¿Por qué retraes tu mano, tu mano derecha?

¿Por qué te quedas cruzado de brazos?[7]

 

El salmista no pierde totalmente la esperanza, pero tanto dolor hace que nazca la desesperación. La historia no da señales de cambio y Dios sigue sin intervenir. ¿Por qué no intervine ahora, si lo hizo antes y su poder no ha cambiado? A pesar de todo, la esperanza tiene la última palabra.

Recuerda, SEÑOR, que tu enemigo se burla,

y que un pueblo insensato ofende tu nombre...

No entregues a las fieras la vida de tu tórtola;

no te olvides, ni ahora ni nunca, de la vida de tus pobres.

Que no vuelva humillado el oprimido;

que alaben tu nombre el pobre y el necesitado.[8]

 

Jesús, respuesta de Dios al dolor humano

¡Ah bendito Jesús! La tragedia nos acecha por todos lados. El desgarramiento brutal que padece el pueblo nos duele a todos los latinoamericanos por igual. Orar, en un momento como éste, es ubicarnos en la línea profética que alienta la esperanza de un hemos amanecer en medio de la noche más oscura. ¡A Dios sea la gloria, el honor y la esperanza![9]

 

El camino del AT se dirige hacia Jesús, y él mismo es la meta del pensamiento veterotestamentario. La filosofía busca el sentido, el por qué del dolor humano. Con Jesús se cambia el enfoque: ya no es el por qué sino el para que; de esta forma se  lo supera y trasciende.

Respecto a nosotros también se espera el mismo cambio; lo decisivo es aprender que cuando llega el sufrimiento es necesario cobrar ánimo y levantar la cabeza, porque se acerca nuestra redención (ver Lucas 21:25-28).

 

La comprensión del dolor en tiempos de Jesús

En tiempos de Jesús todavía se creía que quien sufría estaba bajo el castigo de Dios (ver Lucas 13:1-5). Las desgracias ocurren a ciertas personas como castigo de sus pecados o de los antepasados (un ejemplo es la actitud de los discípulos ante el hombre ciego de nacimiento, según Juan 9:2: “-Rabí, para que este hombre haya nacido ciego, ¿quién pecó, él o sus padres?”).

Por otra arte, el disfrutar de una vida sin desgracias era considerado señal de la bendición de Dios. De allí el asombro de los discípulos al escucharle decir a Jesús que era difícil que un rico entrara en el reino de Dios (ver Marcos 10:24). Ser rico era considerado como “ser mimado” por Dios, por lo tanto si ellos no entrarían fácilmente al reino de Dios, ¿quién podría hacerlo?, ¿qué sería de los pobres que no gozaban del favor divino de cuerdo a esa lógica?

Las enfermedades eran consideradas señales de la posesión demoníaca, por lo tanto ara ser sanados debía ser expulsado el demonio.

La justificación del hombre ante Dios sólo era posible por el cumplimiento de os mandamientos expresados en la ley judía. El hombre era el autor de su propia justificación: “No conociendo la justicia que proviene de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios” (Romanos 10:3).

En definitiva, el sufrimiento seguía siendo  visto como un castigo de Dios o efecto de una intervención diabólica en contra del hombre, la cual llegaba incluso a la posesión.

 

Jesús, un sufriente como todos los demás

Jesús conoció en carne propia todas las dimensiones del sufrimiento humano. Su vida entera estuvo marcada por el sufrimiento y todo el sufrimiento va hacia adelante, hacia un final de triunfo en la resurrección.

Por razones de espacio nos concentraremos en los recuerdos de su encarnación y de la última semana de vida, según los evangelios sinópticos, de la vida de Jesús[10].

Jesús, semejante en todos a sus hermanos

La encarnación del Hijo de Dios se dio en medio de la pequeñez y el dolor humanos. Este hecho se convierte en la clave última para entender y vivir la fe cristiana. El amor grandioso de Dios hacia los seres humanos le hizo bajar hasta lo más profundo de nuestra humanidad; se humanó plenamente, habiéndonos amado hasta el fin[11]. Los primeros cristianos expresarían su comprensión de la encarnación con las siguientes palabras: “era preciso que en todo se asemejara a sus hermanos, para ser un sumo sacerdote fiel y misericordioso al servicio de Dios, a fin de expiar los pecados del pueblo” (Hebreos 2:17).

Jesús, muerto en la peor de las muertes

Jesús murió trágicamente, traicionado por los suyos. El evangelista Marcos recuerda que Jesús muere rodeado de burlas (Marcos 15_23-27); mateo recuerda las burlas proferidas con el crucificado: “-Salvó a otros -decían-, ¡pero no puede salvarse a sí mismo! ¡Y es el Rey de Israel! Que baje ahora de la cruz, y así creeremos en él. Él confía en Dios; pues que lo libre Dios ahora, si de veras lo quiere. ¿Acaso no dijo: "Yo soy el Hijo de Dios"?” (27:42-43) .

Jesús muere condenado como efecto de un rechazo total en el que se juntaron los enemigos más irreconciliables: Herodes y Pilatos (Lucas 23:10), romanos y judíos, autoridades y el pueblo. Jesús fue condenado en nombre de la ley divina (por parte delos judíos), en nombre de la pax romana (por la condena de Pilatos).

La muerte de Jesús adquirió un sentido de desprestigio por parte de los judíos. Al lograr que se le aplicara la crucifixión, Jesús moría como un pagano, maldecido por Dios[12] él y su doctrina. El tipo de muerte que le aplicaron a Jesús era propia de los esclavos sublevados. Física y culturalmente jamás se había inventado nada tan cruel para reprimir al pueblo. Un filósofo griego decía que la cruz era algo que nunca debía pronunciar una persona honrada.

Jesús y su visión de su muerte

Jesús era consciente que iba por un camino de peligro en su ministerio; sus acciones y sus palabras le llevaban hacia una muerte prematura. Jesús sabe que el Mesías “tiene que sufrir”. Se lo anuncia varias veces a sus discípulos (ver Marcos 8:31; 9:31 y 10:32-34). En Getsemaní mira la muerte con temor, y confiesa su angustia y deseo de no estar  solo (ver Marcos 14:33-40). Enfrentó la muerte entre clamores y lágrimas, “en los días de su vida mortal, Jesús ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su reverente sumisión” (Hebreos 5:17).

Jesús sabía la causa por la que ofrecía su vida. “Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así también tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna” (Juan 3:14-15).

Las comunidades cristianas primitivas avanzarían en la comprensión de las causas teológicas de los sufrimientos de Jesús. Apoyándose en Isaías 53, se discernió que los pecados de los hombres fueron los que llevaron a la muerte de Jesús. Al enfrentar Jesús  a distintas situaciones de pecado en su vida y ministerio, éstas lo llevaron a la muerte; el pecado, o los hombres dominados por el pecado, es le causante de la muerte de Jesús.

Jesús y su experiencia del abandono de Dios

Dentro de la historia de la pasión, en los evangelios se mencionan unas palabras extrañas dichas por Jesús desde la cruz:  “- Eloi, Eloi, lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”)[13].

Además del dolor que transmiten las palabras de esta escena de la pasión, dejan en el lector la sensación de incomprensión. ¿Por qué el profeta de Nazaret, que anunció la llegada del reino de Dios (ver Marcos 1.14-15), muere de esta forma tan cruel? ¿Acaso no es el mismo que fue llamado “Mesías” (ver 1:1; 8:29) e “Hijo de Dios” (ver 1:1, 11)?

Ni siquiera las palabras pronunciadas por el Crucificado son comprensibles. El evangelista necesita traducirlas para sus primeros lectores. Por algún deseo desconocido para los lectores, de antes y de ahora, Marcos decidió conservar las palabras de Jesús en su arameo vernáculo. Y esto lo hizo a pesar que escribía su evangelio para una comunidad de creyentes del mundo helénico o romano.

Volviendo a las palabras de Jesús en la cruz, es claro que se vuelve imprescindible hallarles sentido.

Sólo entendiendo su abandono por parte de Dios y padre, cuya cercanía había predicado de modo único, gratuito y festivo, es como comprenderemos la especificidad de su muerte, Jesús murió en un abandono incomparable  por parte de Dios en el contexto de la también incomparable comunión con él reflejada en su vida y predicación.[14]

 

Normalmente la exégesis interpreta el grito de Jesús en el sentido de una oración póstuma, en la cual recita el Salmo 22. Para entender el sentido de este grito de abandono del Crucificado, tenemos que revisar qué interpretación estaría dando Jesús a las palabras del Salmo 22 y no a la inversa[15]. En el Salmo 22, “Dios mío” se refiere  al Dios de la Alianza con Israel, y el “me has abandonado” (el sujeto orante) se refiere al justo sufriente. En la escena de la pasión, en

el grito “Dios mío” se encierra todo el contenido de su propio mensaje sobre el Dios benigno que está cerca, mensaje que le ha hecho hablar con frecuencia y en tono exclusivo de “mi Padre”... Ya no se trata exclusivamente del Dios de la alianza con Israel, al cual grita... Se trata de “su” Dios y Padre, al que está gritando. No es que sea otro Dios, pero sí una relación con él de cuño especial en comparación, con las tradiciones de Israel, relación que Jesús  expresa. En correspondencia con esto, el “yo” del abandonado no es simplemente idéntico con el yo de un fiel a la alianza del ambiente del antiguo testamento, sino que hay que interpretarlo de especial, como el yo del hijo. [16]

 

¿Cuál es la queja que encierra el Salmo 22? Este Salmo es una querella jurídica, en la que no se pide la compasión de Dios por una persona individual sino que se revele la justicia de Dios, ya que “él no desprecia ni tiene en poco el sufrimiento del pobre; no esconde de él su rostro, sino que lo escucha cuando a él clama” (Salmo 22:24). La divinidad de Dios está en juego si no responde al clamor de ayuda dl justo sufriente.

En el grito de Jesús la función es similar: es una querella jurídica donde se grita a Dios en función de ese mismo Dios. Pero Jesús no sólo reclama la fidelidad de la alianza de Dios con Israel, sino que

pide, en especial, la fidelidad del Padre para consigo, el Hijo, que ha dado la cara por él. Con las palabras: “Dios mío, ¿por qué m has abandonado?”, está en juego no sólo la existencia personal de Jesús, sino igualmente la teológica, su predicación total de Dios. Con lo que, en definitiva, lo que está en juego junto con su abandono es también la divinidad de Dios y la paternidad de su Padre, que Jesús había aproximado a los hombres. Miradas así las cosas, hay que decir que en la cruz agoniza no sólo el mismo Jesús, sino igualmente aquel por quien él vivió y habló, es decir, su Padre.[17]

 

Como blasfemo Jesús fue rechazado por los maestros de la ley de su pueblo. Como revolucionario, lo crucificaron los romanos. Pero en definitiva murió como el abandonado de Dios, y murió a causa de  su Dios y Padre. Esta tercera dimensión de su muerte en la cruz es la más importante si nos ubicamos en su existencia teológica. Dios, en Cristo, sufre los dolores de la humanidad n sí mismo y por su propia voluntad. En la cruz de Jesús, llegamos a presenciar el dolor de Dios.

 

La propuesta de Dios: curar nuestro dolor en su dolor

Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan sus pasos. “Él no cometió ningún pecado, ni hubo engaño en su boca.” Cuando proferían insultos contra él, no replicaba con insultos; cuando padecía, no amenazaba, sino que se entregaba a aquel que juzga con justicia. Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados.[18]

 

Nuestro Dios es el que resuelve nuestro dolor y el señor que cura. Si embargo, este Dios es el Señor Herido, experimentando el dolor en sí mismo. ¿Cómo se coordinan estas dos realidades en un Dios?[19]

El evangelio son “buenas nuevas”

Ante todo debemos proclamar que el evangelio es “buenas nuevas”. Dios n el evangelio es aquel que resuelve nuestro dolor y el señor que cura nuestras heridas. Esto significa que él es nuestro salvador. ¿Qué es la salvación? La salvación es el mensaje que nuestro Dios entra a vivir y reparar en y a nuestra realidad rota. Nuestro Dios es un Dios que nos abraza completamente. Este Dios que todo lo abarca , resuelve nuestro dolor y cura neutras heridas, aún cuando nosotros seamos como los “sin esperanza”; en realidad el evangelio es el mensaje para quienes pueden creer “contra toda esperanza” (Romanos 4:18).

En consecuencia, el dolor de Dios que resuelve nuestro dolor es el “amor” arraigado en su dolor. Las heridas de nuestro Señor, que sanan nuestras propias heridas, son heridas visibles como dice el evangelista Juan: “así también tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él (al verlo levantado y glorificado en la cruz) tenga vida eterna” (Juan 3:14). El dolor de Dios es el dolor contra el dolor. Del mismo modo que la muerte contra la muerte es la resurrección, el dolor contra l dolor es el amor de Dios que resuelve nuestro dolor. Esta es la razón podemos decir que el mensaje sobre el dolor e Dios es el evangelio.

 

Dios se duele

¿Por qué el Señor que cura es a la vez el Señor herido? Nuestra realidad es tal que Dios no debería perdonarnos y menos abrazarnos. “¿Por qué vienen a presentarse ante mí?... ¡no soporto que con su adoración me ofendan!” (Isaías 1:12-13); “...estoy cansado de tenerte compasión” (Jeremías 15:6). El Dios vivo y verdadero debe sentenciarnos a la muerte, porque somos pecadores. “Entonces se apaciguará mi ira, mi enojo contra ellos será saciado, y me daré por satisfecho. Y cuando en mi celo haya desahogado mi enojo contra ellos, sabrán que yo, el SEÑOR, lo he dicho.” (Ezequiel 5:13). A ira de Dios reflejada en estos textos es firme y absoluta. Parafraseando el proverbio, podemos decir que “el reconocer la justicia de la ira e Dios es el principio de la sabiduría”.

Ante esta realidad incuestionable, la ira de Dios, emerge el dolor de Dios como la pasión que refleja su voluntad de amar al objeto de su ira (nosotros). La ira y el amor de Dios producen un elemento terciario: el dolor de Dios. Podemos ver en la cruz del Calvario a Dios luchando con Dios; el Dios que debe sentenciar a los pecadores lucha contra el Dios que ama profundamente a los pecadores. Pero no son dos dioses distintos, sino uno solo; allí nace el dolor de Dios. Lutero expresó puso de manifiesto esta lucha interna de Dios al decir, en su comentario a los Romanos, que “Dios abrió el camino para la expiación del hombre mediante la experiencia de un indecible sufrimiento, soportando agonías y ofreciéndose a sí mismo como sacrificio”.

El Señor quiere sanar nuestras heridas, las cuales fueron causadas por su misma ira. Él mismo sufre heridas, que son objeto de su ira. “Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra *paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados” (Isaías 53:5). El Señor fu incapaz de resolver nuestra muerte sin someterse él mismo a la muerte; el propio Dios fue quebrantado, herido y sufrió porque se abrazó a todos aquellos que no deberían haber sido abrazados. Al abrazarse a nutra realidad, Dios nos proporciona la paz absoluta; pero para darnos la paz absoluta, se la arrebata al Señor, quien desde la cruz  clama en el máximo abandono “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”.

Ante la convivencia en Dios de la ira, el amor y el dolor, surgen algunas preguntas que necesitan enfrentarse: 1) ¿podemos seguir sosteniendo una teología que presenta a un Dios que no tiene dolor alguno?. El no reconocer el dolor de Dios como realidad que nos posibilita la salida de nuestros propios dolores, ¿no estaríamos  negando la misma gracia de Dios?; 2)  ¿cuáles serían las consecuencias para la práctica pastoral d una teología donde se deje a Dios sufrir, sabiendo que su sufrimiento es el que nos da la paz?

 

Conclusión (provisional, como todas las “conclusiones”)

Estamos llegando al final de esta pesquisa sobre las comprensiones bíblicas acerca del dolor humano. Ha quedado en el camino mucho material que no pudo ser revisado por las limitaciones del trabajo. Pero también han aparecido algunas ideas germinales que pueden alumbrar nuestra comprensión pastoral sobre la relación fe cristiana – dolor humano, y, avanzando un poco más, la relación Dios – dolor humano. Nos queda releer los testimonios bíblicos con nuevos lentes, desde nuestras realidades particulares. Es desde nuestra realidad particular, la vivida y sufrida por cada uno de nosotros, desde donde podremos encontrar el sentido del tema de los textos bíblicos leídos para los lectores actuales. ¿Qué nos dicen hoy, en medio de nuestras realidades más cotidianas, estas Palabras que son sagradas para quienes las leemos desde la fe vivida en comunidad?

Muchas veces sentimos surgir la misma pregunta desde nuestras entrañas. La búsqueda de sentido al dolor humano aparece con fuerza en medio de la vida. ¿Por qué nos duele la vida? Y especialmente cuando decidimos vivir la vida en acuerdo con las premisas de la voluntad divina.

Carlo María Martini ha titulado una de sus obras “¿Por qué me duele cuando sufro?”[20]. Viendo las escenas bíblicas revisadas arriba (Jacob; Adán y Eva, especialmente Eva; Jeremías; los salmistas orantes; y, finalmente, el mismo Jesús y Dios padeciendo en la cruz), quizás debamos hacer una variación al título de la obra de Martini: ¿por qué me duele cuando vivo?. Porque en definitiva a Jesús, y a Dios, le estaba doliendo la vida misma, la vida que él había determinado vivir como una parábola del amor de un Dios que, siendo Rey, había decidido mostrarse como Padre, y Padre para todos aquellos y aquellas que habían sido condenados al ostracismo y orfandad por parte de las autoridades religiosas de su tiempo.

El dolor humano es una realidad palpable y evidente aun más allá de todos nuestros deseos y doctrinas. Cuando pensamos en los millones de niños y niñas que mueren de hambre o sin atención médica básica en nuestro continente, nos duele la vida.  Cuando vemos por la televisión a cientos de inocentes que lejos de banderías políticas caen despedazados por las bombas de guerras inmorales e irracionales, nos duele la vida. O cuando, íntimamente, besamos los ojos yertos de nuestro hijo, recién fallecido a sus apenas “treinta” días , y lo cargamos por primera vez en nuestros brazos para depositarlo en un ataúd, nos duele la vida y no podemos dejar de volvernos a Dios y clamar, como el Crucificado, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”.

Desde la contemplación de la realidad, con sus facetas macro y micro, en el dolor experimentamos el desamparo hasta las últimas consecuencias. Y si bien sabemos que es parte del proceso de duelo que todos pasamos en distintos momentos y por diferentes cusas en nuestra vida, no deja de ser un desamparo feroz, en el cual se conmueven los cimientos de nuestras estructuras afectivas, mentales y espirituales, los valores y creencias que dan sentido a nuestra vida, que optamos por vivirla como cristiana.

El poema de Miguel Hernández que preside estas reflexiones refleja el sentimiento de desamparo máximo y sin sentido que un padre encuentra en la vida perdida de un hijo recién nacido. Pero a la vez, leyéndolo teológicamente, se vuelve una parábola de la vida de Jesús, tal como la entiende la doctrina de la expiación, que nos recuerda el destino del Señor como un nacer para morir en rescate por muchos, recordando Marcos 10:45. Pero quizás sea mejor pensar en el sentido de la vida del Mesías, y en la nuestra propia, como un nacer para vivir. Y ese vivir está marcado por opciones de vida, de muerte, de reafirmación y de negación. Nuestra vida está marcada por certezas y por dudas, por luces y sombras a partir de las cuales el rostro de nuestro Padre Dios se va haciendo visible.

En la vida vivida y muerta de Jesús, el dolor y la muerte no fue quien tuvo la última palabra. La respuesta al clamor de Jesús en la cruz fue la resurrección. Una resurrección que ni en Marcos ni en los otros evangelios es descripta; sólo es proclamada. Porque la fe en la resurrección, ese acontecimiento escatológico que dio una nueva luz a la comunidad de discípulos y discípulas del Maestro de Nazaret para entender lo acontecido en Cristo, es un anuncio que no se puede explicar más que por el amor y el poder de un Dios que sigue siendo Rey y, sobre todo, Padre.

En medio del dolor de la vida, nuestro Padre Dios sigue mostrando su amor al darnos espacio para el clamor en medio del duelo. Nuestras dudas y clamores no le hacen ser menos Dios ni menos Padre, sino que nos dan el espacio para ser humanos y sentir Su cercanía en medio de nuestras realidades. Dios se inclina hacia nosotros al escuchar nuestro clamor, y cuando lo hace así lo mueven propósitos liberadores. Viviendo nuestros duelos y dolores nos ponemos en camino para experimentar nuevos actos liberadores de Dios. Estamos en el mismo camino que recorrió Jesús en la cruz del calvario, o el salmista cuando clamó desde “la fosa de la muerte” (Salmo 40:2).

El dolor de Dios, en esencia y como realidad que tercia entre su ira y su amor, no es otra osa que la gracia de un Dios que nos da vida cuando tendría que darnos muerte, nos da paz cuando tendría que darnos enemistad. En medio del dolor humano, el Dios Padre que camina a nuestro lado y vive nuestros mismos dolores sigue recordándonos las palabras que antes le dirigió al apóstol Pablo: “Te basta con mi gracia, pues mi poder triunfa en la debilidad” (2 Corintios 12:9). La resurrección del Hijo nos da la seguridad que no estamos ante solos. La presencia del Espíritu nos sigue sosteniendo en el camino hacia la curación  nuestros dolores.

 


[1] Miguel Hernández, Canción n° 25 del “Cancionero y romancero de ausencias” (1938-1941). En El hombre acecha. Cancionero y romancero de ausencias (México: Ediciones Rey, 1987, 1ra. Edición). 177. Esta edición recoge los dos últimos libros de la obra poética de Miguel Hernández, quien nació en Orihuela el 30 de octubre de 1910 y murió a causa de una grave enfermedad el 28 de marzo de 1942 en el Reformatorio de Adultos de Alicante, donde esperaba cumplir una condena a 30 años por su participación en la Guerra Civil española. El poema citado no tiene en sí ninguna vocación religiosa; más bien es un lamento ante la muerte prematura de su hijo Manuel Ramón, nacido en diciembre de 1937 y muerto en octubre de 1938. A Manuel Miguel, su otro hijo nacido en enero de 1939, le dedicó el famoso poema “Nanas de la cebolla”, conocido como la más trágica canción de cuna de España (ver  Poema n° 74 del “Cancionero...”).

[2] Las citas bíblicas son tomadas de la Nueva Versión Internacional (NVI), a menos que se indique lo contrario.

[3] José Luis Caravias, Fe y Dolor. Respuestas bíblicas ante el dolor humano. Colección Biblia 57 (Quito: Editorial Tierra Nueva – Vicaría Sur de Quito -  Centro Bíblico Verbo Divino). 12.

[4] Las encontramos en: 11:18-23; 12:1-5; 15:10-21; 17:14-18; 18:19-23 y 20:7-18.

[5] Cabe aquí una digresión hacia el sentido de nuestros cultos actuales. Creemos que está llegando el tiempo de revisar seriamente la teología del culto imperante en muchas de nuestras comunidades eclesiales ara evaluar lo que hasta aquí hemos hecho. Tenemos la sospecha que, por un lado, muchos de nuestros cultos se han concentrado en la exaltación y celebración en detrimento de la adoración a Dios, y, por otro lado hemos perdido el espacio para la confesión y el testimonio, momentos que hoy podríamos decir estarían en paralelo con la lamentación. Muchos cultos parecen producir una catarsis explosiva a través de las variaciones de estilos musicales, pero ¿dónde queda el espacio para el desfogue del dolor del pueblo ante los hechos incomprensibles de la vida, ante lo que no se puede manejar?

[6] De acuerdo con los estudios más modernos, este salmo pudo haber sido compuesto cerca del siglo II a.C., luego de la invasión de Palestina por las tropas de Antíoco Epífanes IV, poco antes de la sublevación de los Macabeos. Antíoco llegó a profanar el templo de Jerusalén y quemar sus puertas (ver 1 Mac 4:38; 2 Mac 1:8). Los biblistas más tradicionales lo ubican en el tiempo del exilio babilónico, luego de la destrucción del templo de Salomón.

[7] Salmo 74:1; 9-11.

[8] Salmo 74:18-19, 21. El mismo tono aparece en otro número de Salmos; entre otros podemos citar 6:2-3; 13: 2-3; 42:3;  94:3; 44:23-25.

[9] Juan Marcos Rivera, Cartas a Jesús (Lima: CLAI Ediciones, 1982). 95.

[10] A pesar de esta opción, debemos dejar claro que para tener una comprensión más acabada de los sufrimientos de Jesús a ala luz de los evangelios se hace necesario recorrer toda su vida entera, lo cual escapa a las limitaciones de este trabajo.

[11] Con esta frase empieza Juan la segunda parte de su evangelio, la cual se conoce como el Libro de la Gloria (13:1-21:23).

[12] Ver Deuteronomio 21:25 y Gálatas 3:13 para entender el significado teológico que acarreaba el ser colgado de un madero.

[13] Marcos 15:33-34; aquí la forma de la cita corresponde a la forma del Salmo 22:1 en arameo. En Mateo 27:46, solo las palabras “Dios mío, Dios mío” se citan en la forma correspondiente al hebreo; el resto corresponde a la forma aramea.

[14] Jürgen Moltmann, El Dios crucificado. La cruz de Cristo como base y crítica de toda teología cristiana (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1977,  2da edición). 212.

[15] Así lo sugiere J. Moltmann, op. cit. 213ss, a quien seguimos en este punto.

[16] Ibid.

[17] Idem, 214, énfasis nuestro.

[18] 1 Pedro 2:21-24.

[19] En esta sección seguimos las conclusiones de Kazoh Kitamori, Teología del dolor de Dios (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1975), 21ss.

[20] Arzobispo de Turín,  Italia, jerarca de la Iglesia Católica Romana y destacado biblista. ¿Por qué me duele cuando sufro? (Santander: Editorial SalTerrae, 1998).